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Institucionalizar sin perder el corazón: el camino de las empresas familiares mexicanas

  • Foto del escritor: German Jose Ayala A
    German Jose Ayala A
  • 17 jul
  • 2 Min. de lectura


Hablar de institucionalización en una empresa familiar suena a veces muy serio, casi como si fuera a perderse la esencia de lo que la familia ha construido con tanto esfuerzo. Pero la realidad es que institucionalizar no significa “volvernos fríos” ni “corporativos”; más bien, es darle estructura al cariño, a los valores y a la visión de la familia para que el negocio pueda crecer sano y vivir muchas generaciones más.


¿Qué es institucionalizar?

Piénsalo como ponerle “cimientos firmes” a una casa que ya está habitada. La empresa funciona, claro, pero si queremos que aguante los temblores —ya sea un cambio generacional, un divorcio, una crisis económica o simplemente el crecimiento—, necesitamos reglas claras y acuerdos escritos.


Aquí es donde entra el famoso protocolo familiar.


El protocolo familiar

El protocolo no es un contrato frío, sino más bien una carta de navegación. En él la familia define:

  • Cómo se contrata a los parientes (para que no todo sea “entra mi primo porque sí”).

  • Qué pasa en caso de divorcio o fallecimiento.

  • Cuáles son los valores que guían al negocio.

  • Cómo se manejarán los dividendos, los puestos directivos y la sucesión.


En otras palabras, se ponen sobre la mesa acuerdos que muchas veces se hablan en la sobremesa… pero que, si no quedan claros, pueden convertirse en conflictos.


El consejo familiar

Otro paso clave es el consejo familiar. Aquí no hablamos de la junta de socios o del consejo de administración, sino de un espacio donde los miembros de la familia se sientan a hablar de lo que pasa en la empresa… ¡pero también de lo que pasa en la familia!


Este consejo ayuda a:


  • Mantener abiertas las conversaciones.

  • Dar voz a todos, no solo al fundador.

  • Evitar que los pleitos personales se lleven al negocio.

  • En muchos casos, el consejo familiar se convierte en un espacio de unión y aprendizaje entre generaciones.


¿Por qué hacerlo?


La institucionalización no quita la esencia familiar. Al contrario, es lo que permite que la siguiente generación reciba no solo una empresa rentable, sino también una historia, valores y cultura bien definidos.


Es un regalo: menos peleas, más claridad, y sobre todo, un camino para que la empresa siga siendo “de la familia” pero sin ahogarse en los problemas típicos de la familia. Y como siempre, Arriba las Chivas!!!

 
 
 

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